“El número de puestos laborales que se han perdido debido al reemplazo con máquinas que son más eficientes es sólo parte del problema. En el pasado, las nuevas industrias contrataban a muchas más personas de las que despedían. Pero esto no se aplica a un sinnúmero de nuevas industrias del presente”.
Este sentimiento, expresado por la revista Time, data de las primeras semanas de la presidencia de John Kennedy. Sin embargo, se ajustaría perfectamente a muchos de los discursos políticos contemporáneos. Como un implacable robot asesino del futuro que se respeta a sí mismo, nuestra ansiedad tecnológica simplemente continúa persiguiéndonos.
El ‘Terminator’ personificado por Arnold Schwarzenegger era ciencia ficción — pero también lo es la idea de que los robots y los algoritmos de software están ‘devorando’ empleos más rápidamente de lo que pueden crearse. Hasta el momento, existe una disparidad sorprendente entre el miedo a la automatización y la realidad.
Pero, ¿cómo puede suceder esto? Las autopistas de Silicon Valley tienen un puñado de automóviles sin conductor. Ve al cine, al supermercado o al banco, y te darás cuenta de que los miembros más prominentes del personal que verás son los guardias de seguridad que están allí supuestamente para evitar el robo de valiosas máquinas. En el pasado, tu computadora estaba satisfecha con corregirte la ortografía; ahora te traducirá tu prosa al mandarín. Teniendo en cuenta todo esto, seguramente los robots ya deben haberse robado un par de empleos.
Por supuesto, la respuesta es que la automatización ha estado acabando con puestos laborales específicos en determinadas industrias durante un largo tiempo, razón por la cual la mayoría de los occidentales que tejen ropa o cultivan y cosechan manualmente lo hacen por diversión. En el pasado ese proceso nos enriquecía más.
La preocupación actual es que — ya que las computadoras están volviendo ciertos trabajos innecesarios más rápidamente de lo que podemos generar otros — el resultado sea el desempleo generalizado, dejando una clase privilegiada de propietarios de robot rentistas y de trabajadores altamente pagados con habilidades compatibles con las de un robot.
Esta idea es superficialmente plausible: estamos rodeados de computadoras potentes y baratas; muchas personas han perdido sus empleos durante la última década; y la desigualdad ha aumentado durante los últimos 30 años.
Pero la teoría se puede poner a prueba de una manera muy simple: ¿qué tan rápido está creciendo la productividad? La medida habitual de la productividad es la productividad por hora trabajada — por un ser humano. Los robots pueden tener una productividad económica sin horas de trabajo humano alguno, por lo que un ataque repentino de los trabajadores robóticos debiera causar una aceleración súbita en la productividad.
En cambio, la productividad ha sido decepcionante. En EU, el crecimiento de la productividad laboral contó con un impresionante promedio de 2.8 por ciento anual entre 1948 y 1973. El resultado fue una afluencia masiva en lugar de un desempleo masivo.
Posteriormente, la productividad se desplomó durante una generación y resurgió a finales de 1990, pero en la actualidad se ha debilitado nuevamente.
Considerando una perspectiva de 40 años, el impacto de este largo deterioro de la productividad sobre los trabajadores comunes en los países ricos es mayor que el ocasionado por el aumento de la desigualdad, o por la crisis financiera de 2008. En una época llena de decepciones económicas, la peor ha sido el persistente fracaso de los robots en quitarnos nuestros empleos.
Entonces ¿por qué se dedican tantos comentarios al punto de vista contrario? Parte de esto se debe a un simple error: ha sido una década difícil, económicamente hablando, y es fácil culpar a los robots por los problemas que debieran achacarse a otros, como los banqueros, los entusiastas de la austeridad y los políticos de la eurozona.
Actualidad Laboral / Con información de El Financiero