La mayoría de las personas que pasaron por el colegio saben lo tedioso que era tener que memorizar los 18 grupos de elementos de la tabla periódica, las tablas de multiplicar, historias como la teoría del Big Bang, las capitales del mundo, los presidentes de cierto número de países y un sinfín de conceptos que hasta hoy muchos no han utilizado. Se trataba de un método de estudio tradicional que medía al ser humano con calificaciones que valoran más su capacidad de memorizar la información, que su habilidad de ponerla en práctica para solucionar los problemas de su vida real y hacerla mejor.
Fue así como se formaron varias generaciones alrededor del mundo y como aún se siguen formando muchos niños y adolescentes, con un modelo de transmisión, repetición y reproducción de conocimiento que no logra educar a los estudiantes para vivir y desenvolverse con éxito en la era globalizada del conocimiento.
Conscientes de esta falencia, gobiernos, organizaciones e instituciones alrededor del mundo hoy les apuntan a las habilidades que una persona necesita para enfrentar el mundo real, habilidades que han sido llamadas competencias del siglo XXI. Dentro de ellas se incluyen destrezas, conocimientos y actitudes necesarias para enfrentar exitosamente los retos de esta época. Pues la globalización y el uso de las tecnologías han cambiado sustancialmente la forma en que las personas se comunican y colaboran, y, por ende, la forma en que se produce conocimiento.
No se trata de algo nuevo. Hacia el año 1965, William Glasser, médico psiquiatra y psicólogo, creó la Teoría de la elección. Dicha teoría explica el funcionamiento del cerebro, de la mente y del comportamiento humano, y plantea que las personas aprenden más y mejor cuando se retan, se motivan y actúan por su propia elección.
Para Glasser, “el método educativo tradicional castiga con bajas calificaciones y reprobación a los estudiantes que se rehúsan a aprender de memoria información, que tanto ellos como sus profesores saben que pronto olvidarán. El castigo por no aprender de memoria es una práctica educativa destructiva. Se trata de tiempo que podrían usar en la lectura, investigación de información en libros y utilización de lo que han consultado”.
Cambiar el chip de enseñanza y aprendizaje no resulta tan sencillo. Sin embargo, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) considera que cambiar el modelo educativo tradicional es un deber en el que todos los sectores de la sociedad a escala mundial deben intervenir si se desea una nueva generación productiva y feliz.
“El método tradicional debe ser reemplazado, ya que el desarrollo social y económico actual exige que los sistemas educativos ofrezcan nuevas habilidades y competencias que les permitan a los estudiantes beneficiarse de las nuevas formas emergentes de socialización y contribuyan activamente al desarrollo económico bajo un sistema cuya base principal es el conocimiento”, señala un informe de la organización.
Para ellos, “las personas deberán poseer un conjunto de habilidades y competencias que se ajusten a la gestión del conocimiento, que incluye procesos de selección, adquisición, integración, análisis y colaboración en entornos sociales en red. Para muchos jóvenes, las escuelas son el único lugar en el que se aprenden tales competencias”.
Para Juan Pablo Aljure, presidente de la Fundación Educativa Rochester de Colombia, “los niños y jóvenes de hoy requerirán para el mañana mayores habilidades analíticas y comunicativas, capacidad para resolver problemas, creatividad e iniciativa, así como trabajo en equipo, adaptabilidad y dominio de las relaciones públicas para colaborar de manera constructiva y efectiva con otros”.
“El objetivo inicial es eliminar las relaciones de adversarios, es decir, llenas de miedo. El miedo es el enemigo del aprendizaje. Bajo estrés crónico las personas sobreviven, no aprenden. Después de esto lo que empezamos a ver es gente alegre y en ese contexto sucede todo el cambio curricular para que los estudiantes desarrollen competencias basadas en un aprendizaje útil, donde los estudiantes resuelvan asuntos de la vida cotidiana, creen soluciones, conserven la biodiversidad, tengan y mantengan una salud mental y física, aprendan a liderar sin autoritarismo, y a ser sistémicos al pensar y actuar”, puntualizó Juan Pablo Aljure.
Actualidad Laboral / Con información de MBA Americaeconomia