07-09-2015
Los gobiernos de Venezuela y Ecuador coincidieron en estos días en advertir la existencia de amenazas para su prosperidad económica, asegurando en ambos casos que provienen de Colombia.

Y, contradiciendo un movimiento de integración comercial que duró décadas en gestación y en su momento fue visto como un gran logro político regional, ahora buscan en mayor o menor medida aislar sus fronteras de un nuevo "enemigo": el mercado colombiano.

La última manifestación fue la posición del gobierno del mandatario ecuatoriano Rafael Correa, quien exhortó a sus ciudadanos a no comprar productos colombianos.

"El orgullo de ser ecuatoriano debe evidenciarse, necesariamente, en brindar el apoyo a la producción nacional, arrimar el hombro en momentos complejos y difíciles, y preferir lo nuestro", dijo un comunicado oficial.

A lo que se suma que, en Venezuela, el gobierno de Nicolás Maduro lleva tiempo argumentando que el contrabando hacia Colombia juega papel importante en la escasez que se evidencia en muchos productos de primera necesidad en su nación. Eso, junto con la supuesta presencia de paramilitares colombianos, es uno de los argumentos esgrimidos por las autoridades de Caracas para haber cerrado uno de los tramos más transitados de la frontera con Colombia.

Hace una década los tres países todavía sostenían que el futuro de su desarrollo se basaba, de modo importante, en profundizar sus lazos económicos, un ideal que se había manifestado antes en los acuerdos comerciales de la Comunidad Andina. Hoy, el discurso va en sentido contrario.

Modelos distintos

Además de las innegables diferencias políticas entre Colombia y sus vecinos, está también la profunda divergencia en el manejo de sus economías.

Las autoridades de Bogotá han seguido de cerca las reglas ortodoxas y tradicionales de la economía de mercado.
Pregonan el libre comercio y una intervención reducida del Estado en la economía.

Caso contrario a lo que ocurre en Venezuela, en donde el chavismo lleva una década y media construyendo el Socialismo del Siglo XXI, un modelo de intervención estatal fuerte en la economía, incluyendo controles y subsidios a productos de primera necesidad.

Los dólares rinden más


En Ecuador, por su parte, el gobierno de Correa lleva desde 2006 implementando un modelo económico más pragmático que el de Venezuela.

Junto a ambiciosos programas de gasto social y algunas restricciones a las importaciones, ha mantenido una peculiaridad heredada de gobiernos anteriores: el uso del dólar estadounidense como la moneda nacional ecuatoriana.

Una situación que ha dejado a sus zonas fronterizas con Colombia en una compleja situación económica.
El peso colombiano viene en caída libre por cuenta de las menores exportaciones colombianas de petróleo.
Mientras que el dólar estadounidense va fortaleciéndose, obviamente sin que el gobierno ecuatoriano tenga voz alguna en la manera como Washington maneja esa moneda.

Por lo que un ecuatoriano, con los mismos dólares, puede comprar muchos más pesos colombianos que antes.
En enero de este año, un ecuatoriano con un billete de diez dólares en el bolsillo podía convertirlo en cerca de 23.000 pesos para ir de compras en Colombia.

Hoy podría cambiarlo por cerca de 31.000 pesos, un aumento de cerca de 35%.

Y por lo tanto le puede resultar muy atractivo cruzar la frontera y hacer sus compras en almacenes colombianos, en vez de hacerlo en locales ecuatorianos.

El 18 de agosto pasado, el gobierno ecuatoriano declaró "zona deprimida" al área fronteriza con Colombia para poder ofrecer ayudas estatales a sus habitantes.

Y, ahora acude al patriotismo de todos sus ciudadanos para convencerlos de no comprar más productos colombianos, ante la imposibilidad de devaluar debido al sistema monetario dolarizado que heredó de sus antecesores.

Pero los llamados de Correa no dejan de despertar escepticismo entre sus críticos.

"La gente trata de hacer lo que le conviene", le dice a BBC Mundo Gabriela Calderón, una economista y comentarista ecuatoriana afiliada al Cato Institute, un centro de investigaciones estadounidense de tendencia libertaria.

"La gente no mira en dónde son hechos los productos, sino cuáles son más baratos", advierte, a la vez que asegura que a muchos ecuatorianos de bajos recursos "no les importa viajar siete horas desde Quito a (la ciudad fronteriza colombiana de) Ipiales a comprar una televisión que les va a salir mucho más barata".

Calderón dice que el sustancial diferencial de precios entre Colombia y Ecuador es también resultado de las barreras a las importaciones que el gobierno de Correa ha impuesto para proteger a la producción nacional.
"El gobierno encarece artificialmente muchos productos con las restricciones a las importaciones y después critica a ecuatorianos que van a comprar útiles escolares a Ipiales", asegura.

Y agrega que, incluso si fuera posible una devaluación en Ecuador, eso no resolvería lo que ella llama causas estructurales de los problemas en la economía de ese país, como una legislación laboral rígida y otras formas de intervención estatal que, en su opinión han deteriorado la competitividad de las industrias ecuatorianas.

Subsidios

Las diferencias entre el manejo de las economías se hacen mucho más sustanciales entre Venezuela y Colombia.
En particular, el subsidio y controles de precios que el gobierno venezolano ofrece a productos como la gasolina y varios alimentos de la canasta básica, generan un fenómeno que ha puesto a la economía venezolana en trayectoria de colisión con la colombiana.

La enorme diferencia de precios de muchos de esos productos entre Venezuela y Colombia ha contribuido a que sea un gran negocio pasar los productos, legal o ilegalmente, de un lado a otro.

Esto, sumado a la existencia de una tradición de contrabando fronterizo que se remonta a décadas atrás, ha hecho que, en efecto, un volumen importante de productos venezolanos se desvíe hacia el consumo por colombianos.

Es difícil cuantificar, más allá de las zonas fronterizas, qué tanto ha influido este fenómeno en la escasez de muchos productos que se percibe en toda Venezuela.

Pocos dudan que, más allá del contrabando a Colombia, la producción privada de algunos de esos bienes ha caído en Venezuela, ya sea como parte de una estrategia de sabotaje contra la Revolución Bolivariana, como alega el gobierno, o como resultado de la pérdida de incentivos para la empresa privada, según insiste la oposición venezolana.

Más distancia


Independiente de esa discusión, resulta claro que es cada vez más difícil compaginar el libre comercio entre dos países con modelos económicos tan distintos, uno de los cuales subsidia masivamente sus productos básicos y otro que lo deja a los azares del mercado.

Y por eso, para bien o para mal, el libre comercio entre los dos países no parece tener un futuro muy promisorio.

En 2008, el comercio entre las dos naciones alcanzó más de US$7.000 millones anuales.

En 2014, dos terceras partes de ese comercio bilateral habían desaparecido y las ventas de lado y lado llegaban apenas a US$2.100 millones.

Este año, con partes de la frontera cerradas a término indefinido, todo parece indicar que seguirá de capa caída, a medida que las economías de Venezuela y Colombia se hacen cada vez menos compatibles.

Actualidad Laboral / Información de BBC Mundo