15-02-2017
Jeff Marchini y otros en el Valle Central de California apostaron sus campos a que ganaba Donald Trump. Su mensaje de reducir las regulaciones y los impuestos resultó atractivo para este bastión republicano, una de las bases de apoyo más fuertes de Trump en el estado.

En cuanto a las promesas de campaña de tomar medidas enérgicas contra la inmigración ilegal, muchos supusieron que básicamente eran palabrería. Sin embargo, tras semanas en el cargo, Trump ha firmado órdenes ejecutivas que han cambiado drásticamente las leyes migratorias. Ahora los agricultores se sienten muy alarmados por lo que estas nuevas políticas podrían significar para sus empleados, la mayoría de los cuales son indocumentados, así como para los negocios que dependen de ellos.

“Todo está pasando tan rápido”, dijo Marchini. “No estamos llenando camiones de gente ni deportándolos, todavía”, agregó. Mientras observaba a un grupo de trabajadores agacharse para limpiar hojas lodosas hasta llegar a las achicorias rojas, comentó que un hombre de negocios como Trump sabría que los agricultores han invertido millones de dólares en productos que se están cultivando en este preciso momento, y que no poder cosecharlos ni venderlos representará enormes pérdidas para la economía del estado. “Tengo fe en que pueda entender la magnitud y la ansiedad de lo que está pasando en este momento”.

Las políticas migratorias de Trump podrían transformar el Valle Central de California, un tramo de tierras que se extiende desde Sacramento hasta Bakersfield. Alrededor del 70 por ciento de los trabajadores agrícolas que se encuentran aquí residen en Estados Unidos de manera ilegal, según investigadores de la Universidad de California Davis. El impacto podría repercutir a lo largo de la economía precaria del valle, donde la agricultura es por mucho la principal industria. Con una población de 6,5 millones de personas en el valle, los campos en este estado representan ingresos por 35 mil millones de dólares al año y proveen más alimentos que ningún otro estado en el país.

Las consecuencias de una reducción en la fuerza laboral inmigrante se sentirían no solo entre los huertos y las lecherías, sino que llegarían hasta los negocios locales, restaurantes, escuelas e incluso a industrias que aparentemente no están relacionadas, como el mercado de los seguros.

Muchos aquí se sienten reivindicados por la elección y, aquí y allá, todavía se pueden ver anuncios en las autopistas donde se lee “Vota para hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo”. Sin embargo, en conversaciones con aproximadamente una decena de agricultores —la mayoría de los cuales votaron por Trump—, cada uno reconoció que dependían de trabajadores que proporcionaban documentos falsos. Si el gobierno de Trump decidiera erradicar a los trabajadores ilegales, los agricultores saben que sus negocios se paralizarían. Incluso los legisladores republicanos de la región habían estado a favor de planes que les darían a los jornaleros la posibilidad de obtener la ciudadanía.

“Si solo nos quedamos con los trabajadores legales, ciertas partes de esta industria y esta región no existirían”, confesó Harold McClarty, perteneciente a la cuarta generación de agricultores en Kingsburg, cuyo agronegocio cultiva, empaca y embarca duraznos, ciruelas y uvas a lo largo del país. “Si enviamos a toda esta gente de regreso, sería todo un desastre”.

Actualidad Laboral / Lea completo en The New york Times