Un estudio conjunto de 2017 entre Mckinsey Global Institute (MGI), la Universidad de Oxford y el Banco Mundial estima que entre 400 y 800 millones de personas se verán desplazadas de sus puestos de trabajo como consecuencia de esta automatización de sus funciones.
De hecho, el Foro Económico Mundial calcula que un 29% de los trabajos de hoy en día ya son completados por una máquina. Por otra parte, IMF Business School calcula que hay, como mínimo, siete profesiones con fecha de caducidad 2030: Empleos que hoy en día se apoyan en las nuevas tecnologías, pero que podrían ser sustituidos completamente al final de esta década.
Camareros, operarios de industria, choferes, maquinistas de tren, carteros, agricultores y abogados conforman la lista de profesiones en peligro de extinción de esta escuela de negocios.
Tecnologías como las máquinas cosechadoras, los robots que sustituyen a los trabajadores de las cadenas de montaje, los drones para controlar los cultivos o los métodos de previsión meteorológica han permitido una importante modernización de los sectores agrícola e industrial. La fabricación de vehículos automáticos también está cobrando especial importancia en los últimos años: la Universidad de Oxford calcula que hay un 89% de posibilidades de que el servicio de chofer sea realizado solo por robots en el futuro, lo que también podría aplicarse a maquinistas de tren y metro, así como a los repartidores de correo. Con la aparición del email, lo que daría trabajo a los empleados de Correos ya no son las cartas y las postales, sino los pedidos online. Pero como se utilizarán drones e inteligencia artificial para agilizar las entregas, tampoco tendrán un puesto para repartir paquetes.
¿Pueden los robots trabajar de cara al público?
No obstante, es complicado saber cómo se verán afectados todos los empleos que requieren de un componente humano, es decir, trabajos de cara al público, como camareros, cajeros o recepcionistas. Si bien es cierto que se podría desarrollar una tecnología lo suficientemente avanzada como para atender a los clientes de forma rápida y eficaz, el trato humano y personalizado, tan valorado y necesario en muchos casos, es lo que dificulta la automatización de estas profesiones. En caso de necesitar una reacción rápida a un problema, solucionar un conflicto complicado o aconsejar a un cliente, las personas poseen una mayor agilidad mental, en comparación con las máquinas. No obstante, también es cierto que los robots pueden rendir casi sin interrupción, además de tener la capacidad de almacenar una gran cantidad de datos.
La profesión de abogado se enfrenta al mismo problema, porque se trata de un trabajo en el que no solo hay que conocer la ley, sino también interpretarla para adaptarse a las particularidades de cada caso. Sin embargo, también está expuesta a la mecanización digital: Deloitte calcula que un 39% de los empleos en el sector legal son susceptibles de desaparecer en el Reino Unido, donde las funciones notariales se limitan al registro de datos, sin el valor añadido de la atención personalizada. Gracias al Big Data y la tecnología Blockchain, tareas como el registro de la propiedad ya son llevadas a cabo por máquinas.
Es evidente que la tecnología va a seguir desarrollándose para estar a la altura de los seres humanos, pero todavía hay muchas funciones que solo pueden ser realizadas por personas. Las máquinas no pueden, por ejemplo, captar ironías, reflexionar u ofrecer un trato amistoso o cercano. Sin embargo, las nuevas tecnologías permiten facilitar el trabajo a un gran número de profesionales, ganando en productividad.
Es cierto que algunas profesiones están condenadas a desaparecer y que otras se renovarán. Pero muchas todavía nos son desconocidas, porque irán surgiendo con los avances tecnológicos. Tanto la inteligencia artificial como la humana convivirán en el futuro cada día inevitablemente, cada una es más dependiente de la otra.
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