Cuando llega un nuevo jefe al que no conoces o con el que nunca has trabajado, cabe la esperanza de que le caigas bien y sepa apreciar tu trabajo. Pero esa posibilidad no existe si el nuevo mando es aquel compañero al que no soportas, con el que has tenido algunos roces, que sabe exactamente lo que piensas sobre él -porque lo ha oído o se lo han dicho- y, lo que es peor... Tú sabes lo que piensa y opina de ti. Y no es nada bueno.
Si te sirve de consuelo, una enseñanza sobre la que probablemente te divierta pensar -al menos una vez al día- es que quizá no resulta tan difícil llegar a ser jefe, sobre todo de la peor clase. Pero no debes desdeñar el hecho de que, en realidad, de un mal mando se suele aprender mucho más que de uno bueno.
- La primera posibilidad si se diera este caso es bastante evidente: márchate de la empresa, y evita el enésimo choque. Ahora tú tienes todas las de perder. Si no te vas, tu talento quedará desaprovechado. En todo caso, si decides irte, sigue las normas al uso de quien busca empleo desde el propio trabajo. La primera es no decírselo a tu jefe, y menos si la relación con él no es demasiado buena.
Puedes tener una conversación conciliadora y clara que le descoloque y cambie la situación
- Quizá decidas huir, pero no marcharte. Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, sugiere escapar, pero dentro de la propia empresa. Para esto tendrías que tener buenos contactos o un padrino que te facilite un "exilio" en otro departamento. En cualquier caso tu situación sigue siendo complicada.
- Otra posibilidad es "hacerte el muerto", es decir, quedarte inmóvil, esperar y ver. Puede que como jefe no te afecte tanto como cuando era compañero... Es una hipótesis.
- Si decides quedarte, una opción conciliadora es tener una conversación clara y sincera con quien desde ahora te manda. Peñalver sugiere que le preguntes qué espera de ti (sabiendo que no os lleváis bien): "Eso puede descolocarle de forma positiva, y quizá provoque un cambio positivo en la relación". Esta es otra hipótesis.
José Manuel Casado, socio fundador de 2C Consulting, también cree que "si a pesar de todo decides quedarte, has de abordar el problema con sinceridad y analizar qué gana tu nuevo jefe contigo y qué pierde si no estás".
Diseña la conversación y trata de buscar una mejora de la relación para solucionar los problemas. Incluso podrías buscar un mediador dentro o fuera de la compañía. Puede que sea el momento de analizar el motivo por el que le caes mal (o al revés). Si crees que no es justo, deberías reflexionar sobre él y tomar una decisión.
También es posible afrontar el duro trance con cierta filosofía: si has sido capaz de convivir con un colega al que odias, quizá exista alguna posibilidad de hacerlo con un jefe que antes era el colega al que sigues odiando.
Si no puedes cambiarle (es evidente que no), quizá lo sensato sea cambiar el cómo te afecta y tomártelo de otra manera, tratando de ignorarlo, o de comprender -ahora sí- al colega que te hacía la vida imposible como compañero y ahora puede hacerlo como superior. Puedes tratar de entenderlo. No se trata de darle la razón, sino de ponerse en la piel del otro. Parece increíble que puedas conseguirlo, pero el problema que tienes es tan grave que hay que buscar soluciones inverosímiles. Si resulta tan evidente que es imposible cambiar a tu jefe, eres tú el que debe probar a cambiar
Ya puestos, y si el shock te ha otorgado de pronto un grado de madurez que antes no tenías, prueba buscar intereses y valores por encima del otro y de ti. Trata de ser justo y leal con la empresa, con el otro y contigo mismo. Debes intentar ser inteligente y cooperador, tratando de tener altas miras. Encuentra valores superiores y procura responder cooperando.
Actualidad Laboral / Con información de Expansión / Tino Fernández Madrid