Tu jefe no te aguanta; no hay buena química entre ustedes. Tú lo sabes, todos lo saben, y esto te amarga la vida, personal y profesional.
No debes confundir esa oposición frontal de tu superior, esa falta de sintonía, con el hecho de tener un mando que te presiona constantemente y que se fija demasiado en ti, aunque esto te agobie. Si este fuera el caso, debes tener en cuenta que un jefe que exige en exceso puede ser más positivo que negativo, aunque esto depende de hasta qué punto quieres promocionar en tu organización (o si prefieres estar tranquilo y acomodado), y de la tolerancia a la presión que tengas, porque hay quien la aguanta bien y quien no puede con ella.
Tus opciones
Pero si tu problema es la falta de sintonía y el conflicto permanente con un jefe que no te soporta, la cuestión es diferente, y la solución opuesta. Marcos Urarte, socio director de Pharos, explica que la forma de reaccionar dependerá de cada situación y de los motivos. Estos últimos pueden ser personales –a tu jefe no le gusta cómo vistes, tu apariencia física, tu carácter, tu sentido del humor– o profesionales, que se refieren a que no cumples sus expectativas, que te ve como una amenaza, o que le cuestionas... Urarte sostiene que cada uno de estos motivos necesita estrategias diferentes, y siempre dependerán de cada persona: «Puede darse el caso perfectamente de que personalmente no le caigamos bien a nuestro jefe, pero que esto no nos afecte desde el punto de vista profesional, aunque es muy difícil conseguir ese nivel de madurez».
Ovidio Peñalver, socio director de Isavia, sugiere algunas acciones para combatir ese rechazo por parte del jefe:la primera opción es fingir y comportarte lo mejor que puedas desde la falsedad. Se trata de disimular y actuar, haciendo lo que a tu superior le gusta.
Otra posibilidad es resignarse, asumiendo la situación como si no pasara nada, «esperando que le echen o que te cambien a ti». Es lo que Marcos Urarte define como «sobrevivir mientras encuentras otro trabajo o consigues cambiar de departamento».
Hay quien piensa que la convivencia profesional con un mando que te resulta perjudicial potencia competencias como el propio riesgo de enfrentarte con ese jefe, y te lleva a no ser tan complaciente ni a conformarte con el hecho de ‘estar’ simplemente.
Además, un superior aparentemente perjudicial puede provocar también que tiendas a automotivarte; que te autorregules y tomes distancia emocional, para que esa situación no te afecte. Sin embargo, si vives diariamente la relación profesional tóxica que te impone un mando terminarás yéndote, porque de lo contrario tu talento quedará desaprovechado. Esta es la tercera opción que propone Peñalver: «Busca el cambio, dentro o fuera de la organización». Marcos Urarte ofrece otra solución: «Si no encuentras trabajo, consigue el currículo de tu jefe y envíaselo a los cazatalentos».
La siguiente posibilidad es hablar con tu superior abiertamente, diseñando la conversación y tratando de buscar una mejora de la relación para solucionar los problemas. Incluso podrías buscar un mediador dentro o fuera de la compañía. Urarte sugiere además que te hagas algunas preguntas. Dependiendo de las respuestas, así deberías actuar: «Plantéate cuál es tu opinión sobre tu jefe. Si es buena, o lo admiras, significa que su opinión es importante para ti y vale la pena hacer un esfuerzo por cambiar la situación.
También puedes analizar el motivo por el que le caes mal. Si crees que no es justo, deberías reflexionar sobre él y tomar una decisión.
La última reflexión es si necesitas realmente ese trabajo. Si no te es imprescindible y no estás dispuesto a cambiar, vete. Si lo necesitas, intenta cambiar tú o convencer a tu jefe de las «bondades» de tu forma de ser.
Cómo influir para que se vaya quien te manda
Si fingir y actuar como si no pasara nada, resignarte y esperar, hablar con tu jefe o buscar un cambio son soluciones que no te convencen, puedes valorar otra opción. Es más radical, resulta arriesgada y no tiene marcha atrás: se trata de plantar cara, entrar en una dura batalla e influir para que tu jefe se vaya, o le echen. Ovidio Peñalver recuerda que si planteas esta lucha complicada tendrás que buscar aliados... o cómplices. (…) Si escoges esta opción, debes tener en cuenta que tu imagen pública puede quedar tocada.
La posibilidad de influir para que tu jefe se vaya tiene un caldo de cultivo especial en el caso de equipos que cuentan con ‘prima donnas’ profesionales. La autoestima desmedida favorece la fantasía ridícula de que los demás nunca harán las cosas igual de bien, y la empresa debe tomar medidas para evitar las situaciones que dependan de una sola persona.
Aunque fueras uno de esos profesionales que aporta mucho valor y a quien se le permite casi todo, en un entorno normal tu estrella no duraría mucho: hay profesionales que no tienen un perfil equilibrado y que pueden hacer daño a la organización y a la marca con determinados comportamientos.
Actualidad Laboral / Con información de Expansión