Si recuerda algún conflicto laboral, probablemente tendrá al culpable en mente: el incompetente de su jefe, ese compañero de equipo pasivo-agresivo o el acaparador-de-recursos de otro departamento. Dedicamos mucho tiempo a quejarnos de estas personas, evitarlas y discutir con ellas. Pero si quiere gestionar los conflictos del entorno laboral, no podrá empezar por nadie más. Normalmente no existe un único culpable, y si quiere menos discusiones y un entorno laboral más agradable y productivo, ha de entender su propio rol dentro de él y qué puede hacer para romper un ciclo vicioso que empieza con la frustración y el estrés y acaba en guerras laborales.
Los desafíos constantes engendran frustración. Una sana dosis de frustración puede ser beneficiosa, al dar paso a la determinación e impulsar la creatividad. Desafortunadamente, en lugar de ser un obstáculo ocasional, a menudo nos vemos enterrados bajo una avalancha de problemas. No disponemos de los recursos que necesitamos para hacer nuestro trabajo, y las reglas del juego cambian constantemente. Culpamos de nuestra frustración a la implacable naturaleza de hacer-más-con-menos de nuestro clima de negocios corto de miras e impulsado por resultados trimestrales, o responsabilizamos a los interminables cambios o la cultura corporativa. Sea cual sea el motivo, para muchos de nosotros la frustración en el entorno de trabajo es algo crónico.
Las emociones tóxicas son estresantes. La frustración crónica a menudo se transforma en miedo e ira, "emociones destructivas" que sirven como sistema de alerta de que estamos en peligro. Cuando suena la alarma, nuestros cuerpos entran en un estado de alerta máxima: la adrenalina y las hormonas fluyen por nuestras venas, nuestros músculos se contraen para facilitar movimientos rápidos, nos sudan las manos y se nos aceleran la respiración y el corazón. No pasaría nada si experimentáramos estas emociones de vez en cuando y nos salvaran de peligros reales. Por desgracia, la frustración, el miedo de nivel bajo, la irritación y hasta la ira son conocidos compañeros de trabajo. Muchos de nosotros estamos hiperalertas todo el tiempo. No prosperamos físicamente, nos sentimos desconectados e infelices en el trabajo y nuestros cerebros no funcionan correctamente.
El estrés alimenta los conflictos, y los conflictos engendran ira, resentimientos e infelicidad. Resulta fácil engañarnos a nosotros mismos para creer que el estrés no es del todo malo. De hecho, somos capaces de rendir bien en tareas rutinarias y bien ensayadas bajo presión, pero cuando sufrimos un estrés crónico, nuestras capacidades de pensamiento complejo, de razonamiento y sociales también sufren. Nuestra capacidad de procesar y utilizar informaciones se ve comprometida, al igual que nuestro juicio. Nos resulta más difícil mostrarnos flexibles o abiertos a ideas nuevas, y empezamos a ver las cosas de manera simplista. Tenemos reacciones exageradas a irritaciones menores, y todo empieza a parecer una amenaza. En este estado, tenemos más probabilidades de provocar problemas que de solucionarlos, especialmente en cuanto a las relaciones.
Aquí es donde el ciclo vicioso se convierte en un bucle interminable. No pensamos con claridad. Buscamos peleas. La gente se contraria, y nos lo hace saber. Aumenta el estrés, y nuestro razonamiento y comportamiento sufren aún más. Arremetemos, nos escondemos u optamos por huir.
Un proceso de tres pasos para interrumpir el ciclo vicioso
Si quiere romper este ciclo y reducir sus conflictos laborales destructivos, el primer paso consiste en cobrar una mayor consciencia de sus propios sentimientos y reacciones a las presiones y al estrés. El segundo paso es gestionar conscientemente sus emociones, y el tercero es empezar a ver a la gente como personas en lugar de amenazas.
Paso 1: Desarrollar la autoconsciencia. Para interrumpir el ciclo de frustración-estrés-conflicto, debe empezar por reconocer qué es lo que hace sentirse obstaculizado, amenazado o con miedo y qué le impulsa hacia el campo de batalla. Suena fácil, pero incluso personas bien intencionadas colocan la introspección al final de la lista de prioridades (simplemente no hay suficientes horas en el día). Decirse que no tiene tiempo o que carece de ganas de trabajar en sí mismo le mantendrá atascado en una mentalidad de búnker en el trabajo. En su lugar, reserve un tiempo y haga uso de su curiosidad y coraje para intentar averiguar qué tipos de situaciones (y personas) le sacan de quicio. Cuanto más sepa sobre sus catalizadores, mejor podrá controlar sus propias emociones.
Paso 2: Emplar autocontrol emocional. Una vez sea consciente de sus propios comportamientos, podrá emplear otra importante competencia de la inteligencia emocional: el autocontrol emocional. Esto es lo que nos permite controlar y canalizar nuestras emociones para evitar quedarnos atascados en un secuestro perpetuo de la amígdala. Podemos gestionar sentimientos negativos, ver la realidad a través de una lente transparente y dejar de arremeter cuando nos sentimos amenazados.
Paso 3: Desarrollar amistades en el trabajo. Para minimizar el estrés y los conflictos en el trabajo, tenemos que reemplazar "yo y mío" con "nosotros y nuestro". Tenemos que dejar de vernos en términos de lo que podremos conseguir, y reemplazar eso con lo que podemos dar. Este cambio resultaría en menos estrés y emociones negativas. También daría paso a relaciones más cálidas y amigables, algo que la mayoría de la gente necesita y quiere en el trabajo.
Desarrollar la autoconsciencia, aumentar el autocontrol emocional y recargar las relaciones en el trabajo requiere un compromiso, pero no tiene que reinventarse para mejorar su capacidad de lidiar con el conflicto.
Recuerde que todos tenemos una historia, amores, penas y alegrías en la vida y en el trabajo. Y existen muchas probabilidades de que mientras que la historia de otra persona podría parecer distinta a la suya, nuestras experiencias humanas son increíblemente similares. Por muy tentador que resulte culpar a los demás por nuestras empresas repletas de conflicto, la mejor manera de convertir el trabajo en una experiencia más agradable y productiva consiste en servirnos de nuestra empatía innata, aprender a cuidar de nosotros mismos y de los demás y asumir la responsabilidad de nuestros propios sentimientos y comportamientos.
Actualidad Laboral / Con información de HBR