Una persona media pasa 90.000 horas o aproximadamente un tercio de su vida en el trabajo. Como resultado, el entorno, los niveles de estrés y las dinámicas interpersonales en el lugar de trabajo pueden influir mucho en la salud mental y el bienestar de los trabajadores.
En un momento dado, más de uno de cada 10 trabajadores se ausenta por ansiedad, depresión o agotamiento (burnout). Más allá de las dinámicas interpersonales, pueden ser varios los factores amplificadores de estrés, como la búsqueda del equilibrio entre las exigencias del trabajo y la vida personal, los problemas de salud y el coste de vida en constante aumento.
Antes, las grandes organizaciones podían permitirse considerar la salud mental como un asunto privado. En 2001, el seminal Informe sobre Salud Mental en el Mundo, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hizo un llamamiento a la transformación de los entornos que repercuten en la salud mental, siendo el lugar de trabajo un ámbito clave. Más de 20 años después, acelerada por la pandemia de COVID-19, cada vez más empleadores empiezan a comprender su papel y sus responsabilidades a la hora de abordar la salud mental en el lugar de trabajo.
El absentismo y el "quiet quitting" son posibles efectos secundarios del estado de salud mental, con implicaciones operativas y financieras para las empresas.
Se calcula que en todo el mundo se pierden anualmente 12.000 millones de días de trabajo por depresión y ansiedad, con un coste de US$1 billón en pérdida de productividad.
Los estudios estiman que el rendimiento organizativo es más de 2,5 veces mayor en las organizaciones del sector privado en las que los empleados perciben una buena gestión de la salud y el bienestar, comparado a las organizaciones con una mala gestión de la salud y el bienestar.
El primer paso para abordar la salud y el bienestar en el trabajo es reconocer que los empresarios pueden ser parte de la solución. Luego vienen los pasos para abordarlo y medir el éxito.
Las iniciativas de salud mental de los trabajadores deben ir más allá de proporcionar recursos individuales de manejo del estrés, como el acceso a plataformas digitales de terapia. Los masajes en el lugar de trabajo están muy bien, pero aún mejor es una cultura laboral que anime a la gente a tomarse un descanso adecuado para comer y caminar.
Los empleados necesitan apoyo informal y formal, y las conexiones sociales pueden ser curativas. Por ejemplo, los "work buddies" -compañeros de trabajo encargados de guiarnos en los primeros días dentro de una organización- tienen una posición fundamental, ya que ofrecen una forma de compartir experiencias fuera de la jerarquía.
Los empleados quieren verse alineados con la misión y la visión de una organización y quieren que sus esfuerzos repercutan en el trabajo en general. Los estudios demuestran repetidamente que la diferencia entre el estrés incapacitante y el capacitante es el grado de control que los empleados sienten sobre su trabajo.
El lugar de trabajo puede ser un entorno fértil para reconocer y apoyar una mejor salud mental. Gran parte del estrés laboral puede prevenirse y debería formar parte de un enfoque global de salud mental y bienestar.
"El trabajo decente favorece la buena salud mental al proporcionar un medio de vida, un sentimiento de confianza, propósito y logro, una oportunidad para entablar relaciones positivas e incluirse en una comunidad y una plataforma para rutinas estructuradas, entre otros muchos beneficios. Para las personas con trastornos mentales, el trabajo decente puede contribuir a la recuperación y la inclusión, mejorar la confianza y el funcionamiento social", según Aiysha Malik, especialista en salud mental de la OMS.
Actualidad Laboral / Con información de Revista EyN