01-10-2020

Cientos de migrantes comenzaron a caminar el miércoles por la noche desde una ciudad en el norte de Honduras hacia la frontera de Guatemala, poniendo a prueba una ruta habitual de migración en los tiempos del coronavirus.


Hacía semanas que circulaban por medios sociales las llamadas a una nueva caravana migrante que saldría el 1 de octubre de la estación de autobús de San Pedro Sula. La caravana comenzó apenas dos semanas después de que Guatemala reabriera sus fronteras, cerradas durante meses para frenar los contagios de COVID-19.


Pero la mayoría de los migrantes reunidos el miércoles decidió no esperar a octubre y en cambio salió en plena noche con sus mochilas a cuestas, muchos de ellos con mascarillas. Los grupos no tardaron en extenderse a lo largo de la autopista. Algunos consiguieron transporte, mientras otros seguían a pie hacia la frontera de Guatemala.


Los gobiernos de toda la región confirmaron el miércoles que monitoreaban la situación. La agencia mexicana de inmigración indicó en un comunicado que vigilaría que se produjera una migración “segura, ordenada y legal” y no haría nada para fomentar la formación de una caravana migrante. En un tuit el miércoles, la embajada estadounidense en Honduras señaló que la migración a Estados Unidos era más difícil y más peligrosa que nunca debido al COVID-19.


Pero las principales motivaciones de los migrantes para salir de Centroamérica no han remitido en absoluto durante la pandemia. La falta de empleos y las dificultades de las familias para poner comida en la mesa sólo han empeorado.


Al menos 34 millones de empleos se han perdido en Latinoamérica debido a la pandemia, según indicó el miércoles la Organización Internacional del Trabajo, dependiente de Naciones Unidas. La OIT señala a América Latina y el Caribe como la región más afectada del mundo en cuanto a horas de trabajo perdidas, con un descenso del 20,9% en los tres primeros trimestres del año.


El flujo de migrantes que salen de Centroamérica hacia el norte se ha reducido de forma drástica durante la pandemia ante el cierre de fronteras en la región. La mayoría de los albergues para migrantes en las rutas principales en México cerraron las puertas a los recién llegados en un intento de impedir que el virus se expandiera entre la vulnerable población migrante. México y Estados Unidos deportaron a cientos de migrantes de vuelta a sus países de origen en un intento de vaciar los centros de detención.


El gobierno estadounidense aprovechó la pandemia para, en la práctica, congelar el sistema de asilo en su frontera sur.


México intentó trasladar hacia el sur en autobús a solicitantes de asilo que se habían quedado varados en su frontera norte. México suele ofrecer la oportunidad de pedir asilo allí, pero muchos de los migrantes están decididos a viajar a Estados Unidos. Además, es probable que les resulte más difícil encontrar trabajo en el país, donde se espera que la economía se contraiga un 10% este año debido al impacto del virus.


La salida del grupo de migrantes el miércoles por la noche recordaba a una caravana formada hace dos años, poco antes de las elecciones de media legislatura en Estados Unidos. Se convirtió en un importante tema de campaña y avivó los mensajes contra la inmigración.


Presionado por el gobierno estadounidense, México adoptó el año pasado una estrategia más agresiva hacia los migrantes. Desplegó a su Guardia Nacional para interceptarlos en las autopistas y se esforzó para impedir que se formaran las enormes caravanas vistas en los años anteriores.


Los migrantes centroamericanos empezaron a viajar en grandes grupos en los últimos años, ya que se sienten más seguros y en algunos casos evitan el coste de los contrabandistas.


Actualidad Laboral / Con información de AP