Si las vacaciones son la época del año en la que, estadísticamente, aumenta el número de divorcios porque, según los expertos, se pasa más tiempo con la pareja, ¿qué ocurre entonces si compartes oficina con tu media naranja? El trabajo no tiene por qué estar reñido con el amor, siempre y cuando exista un nivel de madurez suficiente como para discernir entre los problemas personales y los profesionales. Si no se traza este límite pueden producirse situaciones algo bizarras que afectarán al rendimiento y a la buena marcha del equipo.
Cada ámbito de relación tiene sus propias reglas y su lenguaje, y cuando mezclas en el mismo lugar de trabajo a dos personas que mantienen una relación «puede generarse una cierta esquizofrenia en sus comportamientos», advierte Manuel Nuevo, director de los programas de coaching ejecutivo de la Escuela de Organización Industrial (EOI). Más, si cabe, si además una de las dos personas está por encima de la otra en la escala jerárquica de la compañía porque «es difícil mantener la objetividad y se puede llegar a tener un conflicto de intereses».
¿Se debe prohibir?
Pero no siempre tiene que fallar esta combinación. Juan Carrión, socio director de Be-Up, cree que cuando una pareja trabaja junta existe más confianza, mayor compromiso, las mismas preocupaciones, mejor comunicación, siempre tendrán un tema de conversación. Sin embargo, pasar 24 horas con otra persona puede provocar roces, porque no hay lugar para espacios personales. «Puede cansar ver a tu pareja todos los días y a todas horas. Además, si hay una relación jerárquica por medio, ésta puede llegar a replicarse en el ámbito personal, lo que produce mayor erosión».
Es, en el fondo, una cuestión de límites. Montse Ventosa, presidenta de Truthmark, considera que los problemas surgen cuando te llevas el trabajo a casa y viceversa. Si no sabes diferenciar entre ambas esferas, no funcionará ninguna. Asimismo, el equipo también puede llegar a sufrir las consecuencias de un matrimonio mal avenido, pues muchos compañeros llegarán a pensar que una de las partes de la pareja o incluso los dos «pueden poner su relación como excusa para determinadas situaciones, o se les acuse de favoritismo».
Este impacto negativo que estas peleas de enamorados pueden provocar en el equipo es lo que obliga a algunas empresas a prohibir las relaciones personales en sus plantillas. De esta manera intentan eliminar un riesgo potencial. Pero, ¿quién no conoce a alguien que ha encontrado a su media naranja en el trabajo…? Genoveva Vera, psicóloga coach ejecutivo y experta en liderazgo, advierte de que «estos flechazos son más frecuentes de lo que parece y, por su naturaleza de amor prohibido, provocan en esas personas una excesiva motivación que, lejos de parecer positiva para la organización, puede desembocar en una cierta obsesión que influye de manera negativa en el rendimiento de esos profesionales y dificulta la concentración».
Vera cree que tener un romance en el seno de la empresa también influye en el resto de la plantilla, «sobre todo cuando comienzan a notar que hay algo especial entre dos compañeros: los rumores, los cotilleos, los comentarios, etcétera, hacen que la productividad de los demás se vea afectada». Para solucionar este problema, muchas compañías separan a las parejas y trasladan a uno de sus miembros a otro departamento. No es lo mismo trabajar bajo el mismo techo que en la misma división. Carrión asegura que en este caso no debería existir ningún contratiempo derivado de su relación porque, en realidad, no se relacionan en el día a día y, en muchos casos, no se suelen ver a lo largo de su jornada laboral porque no comparten el mismo horario.
El jefe en casa
Si tu jefe es tu pareja tendrás que hacer todo un ejercicio de gestión para que tanto tu relación como tu puesto no se vean perjudicados. Ventosa recomienda «construir una muralla china entre ambos, es decir, separar los dos ámbitos y establecer límites claros entre las responsabilidades de cada uno para la parte personal y la profesional; claridad de roles, no sólo entre los miembros de la pareja sino también con el resto del equipo y evitar a toda costa actuar como una pareja dentro del trabajo; transparencia absoluta, ya que ésta será la única forma de evitar los malos entendidos y los tratos de favor; y buscar espacios libres para cada uno en los que poder reencontrarse a uno mismo y recargar pilas».
El amor y el trabajo pueden vivir juntos, siempre y cuando se tenga claro el lugar de cada uno.
Actualidad Laboral / Con información de Expansión