Tener 18 años y cursar un grado universitario no es incompatible con facturar 2.500 euros. Al menos para los alumnos del grado Leinn (liderazgo, emprendimiento e innovación) impulsado por la Universidad de Mondragón (País Vasco). En esta carrera, desde el minuto cero, los estudiantes tienen que crear una empresa real, inscribirla en el registro mercantil y comenzar a ingresar dinero. Cuando llegan al cuarto año, deben facturar un mínimo de 15.000 euros para aprobar.
“No son estudiantes, son emprendedores”, señala Ibai Martínez, miembro del laboratorio educativo TeamLabs, que gestiona el grado en Madrid y Barcelona. La metodología procede de Finlandia, donde hace 23 años el profesor Johanes Partanen de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Jyvaskyla diseñó un programa para que los estudiantes aprendiesen a manejarse en el mundo de los negocios desde el primer día con acciones reales. Nada de ficción. Años más tarde, su proyecto, al que llamó Team Academy, se convirtió en un programa oficial y se implantó en otras 20 universidades públicas finlandesas.
A petición de un grupo de empresarios vascos, la universidad guipuzcoana de Mondragón se propuso el reto de diseñar un grado para formar perfiles distintos, jóvenes con pensamiento global y capacidad de reacción que entendiesen que las oportunidades están fuera. Se aliaron con el modelo finlandés y pusieron en marcha Leinn. Sin profesores, ni exámenes; todo basado en el trabajo autogestionado y en equipo. Hay datos objetivos que avalan el éxito de la propuesta: el 100% de los graduados está trabajando, 86 jóvenes de dos promociones.
A diferencia de lo que sucede en el campus de Mondragón, los que se decantan por cursar el grado en Madrid o Barcelona lo hacen en espacios de coworking (lugares compartidos de trabajo). En el caso de Madrid, están rodeados de diseñadores gráficos, agencias de comunicación y empresas como TripAdvisor, web de opiniones de viajeros y reservas. “Por norma general, los campus universitarios suelen estar a las afueras. Nosotros apostamos por entornos urbanos con actividad mercantil y sociocultural porque creemos que acelera el proceso de aprendizaje”, señala Berta Lázaro, miembro de TeamLabs y coach (entrenadora) de los chicos.
Parte de los créditos se corresponden con los proyectos empresariales. “El hecho de que facturen significa que alguien ha visto el valor de lo que hacen. Por eso es uno de los indicadores a la hora de evaluarles”, añade Lázaro, arquitecta y emprendedora con un máster de diseño urbano en la Universidad de Berkeley (EE UU).
Con el resto de créditos se valoran las asignaturas que cursan online a través del campus virtual (inglés empresarial, marketing, economía o contabilidad) y los viajes a Finlandia, San Francisco, China e India, que forman parte del programa académico. Durante las estancias, de entre uno y dos meses, los alumnos montan su oficina en esas ciudades y despliegan redes para acelerar el crecimiento de la compañía.
Manuel Sierra, alumno de tercer curso de 20 años, ha montado con otros dos compañeros SeeK Hawk, dedicada a exportar productos y servicios de startups tecnológicas. Aprovechó el viaje a India para contactar con empresarios locales y presentarles el último hallazgo de la compañía valenciana Ecoretorno, a la que representan. Un sistema de reciclaje de neumáticos que funciona con agua a propulsión. La próxima semana recibirán en Madrid a tres ejecutivos indios interesados en poner en marcha plantas de reciclaje con este sistema. “Antes de decantarme por este grado, pensaba en ADE o Ingeniería informática, pero la universidad convencional me echaba para atrás; demasiado estar sentado y escuchar”, cuenta Sierra, a quien la curiosidad por el mundo empresarial le vino a los 13 años, cuando empezó a comprar reproductores mp4 en China para revenderlos por eBay. “Mis amigos piensan en acabar, en los exámenes. Aquí es distinto, si estás parado, no estás cómodo”.
Otra de las obligaciones para aprobar es la lectura de, al menos, 20 libros al año de temática emprendedora, sobre los que deben elaborar ensayos explicando cómo los han aplicado a sus proyectos. Dentro de toda esta revolución educativa, hay un dato que puede frenar a más de uno. El precio de matrícula es de 9.500 euros al año. Para permitir a cualquier estudiante formar parte de Leinn, la Universidad de Mondragón dispone de un sistema de becas y TeamLabs ofrece la posibilidad de acogerse a un préstamo y devolver la cuantía una vez finalizado el grado, durante un periodo de cuatro años. “Durante los años de carrera se pagan menos de 100 euros al mes y en cuanto la terminan van abonando el resto. Incluso pueden destinar parte de la facturación al pago de estas cuotas. La decisión de lo que hacen con ese dinero es suya”, indica Berta Lázaro.
A Ana Castelo, de 18 años y alumna de primero, le costó convencer a su padre, profesor de una universidad pública madrileña. “Estar aquí es duro. En el instituto no te enseñan a trabajar en grupo. Se mide tu esfuerzo personal. En este grado se valora el trabajo del grupo. Si ellos fallan, tú también”, relata. Entre los cuatro proyectos que lleva en marcha, Vywer es uno de ellos, un dispositivo para bicicletas que guía con vibración a derecha o a izquierda que funciona con bluetooth. Tienen la idea, pero les falta fichar a un desarrollador. Todavía no han conseguido ingresos. “Es la situación crítica de primero. Es muy difícil hacer dinero”.
Su compañero Álvaro Pérez, de 18 años, ya lo ha conseguido. Su proyecto, RockAlive, que pone en contacto a grupos de música con salas de conciertos, ha obtenido 270 euros en dos semanas. “Me califico como un freak de la música. Es mi pasión desde que vi a Police en Chile junto a 80.000 personas”, cuenta. Con el eslogan en Twitter ¿Quieres que el reggaeton domine el mundo? Nosotros definitivamente…no!, Pérez deja claro que solo hay un estilo que no les encaja.
Actualidad Laboral / Con información de Expansión
Foto: Expansión /Carlos Rosillo