Este síndrome, tal como sucede con algunos otros, no figura en el DSM-5 (Manual de psiquiatría) por lo que si intentan buscarlo allí, no lo hallarán. Sin embargo, su ausencia en tamaña obra no significa que no exista o no merezca ser tratado con la pertinencia del caso. El Síndrome de Insatisfacción Crónica, como su nombre invita a pensar, alude a una serie de signos y síntomas que ilustran con claridad la ausencia de gusto por muchas actividades que el vivir supone. Es como si te dijéramos que le han quitado la sal o la pimienta, a casi todo.
Así, la persona que padece este síndrome se sentirá desganada, desmotivada, con dificultad para desarrollar nuevos proyectos (así sean menores), escasas ganas de comenzar su día. Y, finalmente, experimentará una pérdida importante del placer, en sentido amplio. Fue llamado Bovarismo inspirado en la famosa obra Madame Bovary de Flaubert. Cuya protagonista fantasea todo el tiempo con un marido perfecto y una vida completamente idílica, cuestiones que nunca sucederán.
Este Síndrome actúa tanto en hombres como en mujeres, vinculándose con estructuras psíquicas más que con cuestiones biológicas (incluyendo las genéticas). Cabe puntualizar que esta percepción puede ser algo puntual, o de causa cierta como por ejemplo un duelo. Algo pasajero, que tienda a disminuir con el paso del tiempo, o bien hacer sentir su presencia de forma constante. ¡Y qué difícil cuando esta situación se instala en el padecer subjetivo! Tenemos una persona sufriente, que se queja y queja, pero esta catarsis no le sirve para aliviar su angustia. Sus preferencias ni siquiera sirven para amplificar sus reclamos, llegando a oídos de un posible salvador...
¡Difícil para quienes lo rodean también! Sean del ámbito afectivo o familiar. Cuando el Síndrome de Insatisfacción Crónica se hace carne en el sujeto, comenzará a mellar sus interacciones de forma franca. Los otros comenzarán a evitarlo, dado que su sola presencia “quita energía”, en palabras de sus posibles interlocutores.
Si nos movemos al marco exclusivo de un empleo, un líder con estas características estará siempre disconforme con el rendimiento de sus colaboradores. Difícilmente, saldrán de sus labios elogios o reconocimientos. Más bien serán reclamos y querellas las constantes. Por el lado del empleado, manifestará su malestar respecto de todo lo posible, yendo del cambio de un horario cortado a uno corrido. El paso de un escritorio a otro. La sustitución de un compañero de trabajo y hasta inclusive, le molestará ser ascendido porque: “No era exactamente lo que esperaba”.
Ahora, una vez situado el síndrome, pasemos a algunas ideas para prevenirlo:
1- Quítate las vendas
Si notas que esto te está pasando seguido o que los demás te lo deslizan, préstale atención. Si te parece haber perdido las ganas de hacer cosas, pregúntate si es de ahora o antes ya te pasaba algo similar. Una buena idea es llevar una libretita e ir tomando nota en momentos aleatorios del día (puedes bajarte alguna app que haga sonar la alarma a distintas horas); y anotar lo que estás haciendo y como te sientes. Luego de dos semanas, podrás saber cuántos momentos te aportaron gozo y en cuántos otros, permaneciste sin ánimo. Si la mayoría resulta carecer de placer, será un buen momento para quitarse la careta y asumir que tenemos un desafío por delante: comenzar a vivir con ganas.
2- Trabaja tus expectativas
¿Es malo tener expectativas altas? ¿Hay que obligarse a no esperar demasiado de las cosas o personas? No. Lo malo es no ser realista. Se trata de otorgar a las expectativas la mayor dosis de realismo posible; y eso se gana preguntando a los demás, corroborando nuestras ideas, informándonos, obteniendo datos objetivos y cosas así. Caemos en expectativas ilusorias cuando nos dejamos ganar por ideales.
Recordemos que ellos se caracterizan por presentarse como perfectos. Y por lo tanto, al momento de pensarlo, en la práctica sería algo así como suponer que la persona a conocer, nunca cometió errores o que nuestro futuro puesto de trabajo no nos acarreará pesar alguno.
Para esto, puedes tener por premisa y guía mental a un cuadrante útil para no extraviarse en este camino. Para realizarlo, divide una hoja en cuatro partes iguales y escribe como título para cada uno: A favor, En contra, Podría ser interesante, Incógnita. Luego, cuando se presenta una situación cualquiera en el futuro, sométela a ese análisis y pon en cada sector por lo menos tres ideas relacionadas.
3- Oblígate
Esto se resuelve por decreto, señores. No estamos hablando de solucionar las cosas de raíz, o de curar los profundos males que nos aquejan sino de practicidad. Esto significa que te comprometas a hacer algo nuevo, al menos una vez por semana, que te saque del letargo. Por ejemplo, leer un libro, caminar una hora, anotarse a un curso…
4- Planea en escalera
Lo más recomendable para que un objetivo realmente, posea esa capacidad de empuje que tanto necesitamos; es que cumpla con los requisitos de estar bien construido y luego, poder dividirse en metas más pequeñas. Respecto de la primera parte, para determinar si de verdad lo pensamos bien debemos someterlo a las preguntas: ¿Es medible? ¿Es observable? ¿Es importante? ¿Tiene un plazo? Si todas se responden por la afirmativa, entonces vamos bien…
Por otro lado, hablamos de dividirlo en metas más chicas, a los fines de ir logrando éxitos parciales, capaces de sostener el entusiasmo. Piensa en una escalera en la que al final está el gran objetivo, pero que cada escalón que vas subiendo, también es importante porque te acerca a él.
5- Socializa lo que te pasa
Comentar en el grupo de amigos, en el trabajo o con quienes creas conveniente lo que estás experimentando, puede ayudar a que los demás aporten sus puntos de vista y sobre todo, posibles soluciones. Grábate esto a fuego: ninguna idea es descartable. Lo que podría parecer descabellado en un principio, podrá cuajar más adelante, si lo ves con apertura mental.
Actualidad Laboral / Con información de Entrepreneur - Gustavo Giorgi