Un sueldo digno es el que pueda proporcionar un nivel de vida decente a los trabajadores y sus familias, trabajando las horas normales de la jornada. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), un salario digno debe ser suficiente para cubrir los costes de todos los elementos esenciales, como alimentación, salud, educación, vivienda y otros bienes y servicios necesarios, de acuerdo con las circunstancias nacionales.


La World Benchmarking Alliance, una asociación que mide los avances en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, concluye que sólo el 4 % de las 1.000 empresas más influyentes del mundo pagan a sus trabajadores un salario digno o tienen objetivos para hacerlo.


Esta cifra es baja, teniendo en cuenta el número de empresas que afirman respetar los derechos laborales y humanos. En el Reino Unido, 3,7 millones de trabajadores, casi el 13 % de la población activa, tienen dificultades para llegar a fin de mes, según la Living Wage Foundation. En Estados Unidos, casi el 23 % de la población activa trabaja en empleos mal pagados, más del doble que en Chile, Francia o Japón.


A pesar del crecimiento económico sin precedentes de las últimas décadas, los salarios se han estancado en todo el mundo y no han seguido el ritmo del aumento de la productividad. Esto significa que las retribuciones a los accionistas aumentan más deprisa que los salarios, por lo que los trabajadores no reciben una parte justa de la productividad que aportan.


La pobreza de los trabajadores es ya un fenómeno mundial. En la actualidad, más de 1.000 millones de trabajadores -un tercio de todos los trabajadores- ganan menos de lo que necesitan para tener un nivel de vida decente.


Perjudicar a los trabajadores no beneficia a nadie. Los salarios bajos erosionan la confianza en los sistemas políticos, económicos y sociales. Desgarran el tejido social y frenan el crecimiento económico. En el contexto empresarial, los salarios bajos no son una ventaja de costes, sino una causa de riesgo sistémico.


Tras estudiar los beneficios empresariales de los salarios dignos, un grupo de académicos y ONG ha concluido que éstos no sólo ofrecen una salida a la pobreza laboral y ayudan a combatir la desigualdad, sino que también favorecen la resiliencia, la estabilidad y el crecimiento de las empresas.


Un estudio de la Living Wage Foundation reveló que el 93 % de las empresas que pagan un salario digno experimentan beneficios para su negocio.


Además, el 87 % afirma haber mejorado su reputación; el 75 % afirma haber aumentado la motivación y las tasas de retención de los empleados; y el 58 % afirma haber mejorado las relaciones entre jefes y personal.


A pesar de los numerosos beneficios de pagar salarios dignos y de garantizar salarios dignos a los trabajadores en las cadenas de suministro, cuando me reúno con líderes empresariales y les planteo el tema de los salarios dignos, muchos expresan su preocupación por el impacto que esto tendría en su cuenta de resultados.


Dicen que aumentar los salarios podría provocar inestabilidad financiera y afectar a los márgenes de beneficios y a la competitividad. También citan los retos que complican el pago de un salario digno, incluido el papel de la fijación de precios y las prácticas de compra sostenibles.


Pagar un salario digno es una inversión importante en capital humano, reconociendo que los empleados son el recurso más valioso de cualquier empresa. A su vez, los salarios dignos no deben verse como un coste, sino como una inversión con rentabilidad a largo plazo.


Actualidad Laboral / Con información de Revista EyN