“El dinero no da la felicidad”, dice el dicho (“pero ayuda mucho”, añaden los más realistas). El estudio “Los orígenes de la felicidad” de la London School of Economics, basado en varias encuestas que realizaron en cuatro países a 200.000 personas, concluye que el dicho es cierto: la felicidad depende más de las relaciones personales y de la salud física y mental que del nivel de ingresos.
Si se establece un baremo de felicidad de cero a diez, si te doblan el sueldo tu dicha aumentará solo 0,2 puntos, mientras que con el hecho de tener pareja crece un 0,6, según el estudio.
Lord Richard Layard, un economista que fue en su día asesor de los Gobiernos de Tony Blair y Gordon Brown, coautor del estudio, cree que el Estado debería cambiar su enfoque a la hora de tratar de ayudar a los ciudadanos: “Las pruebas nos muestran que las cosas que más importan para nuestra felicidad y malestar son las relaciones personales y la salud mental y física. El Estado no debería estar tan pendiente de crear riqueza y debería preocuparse más del bienestar real. En el pasado el Estado atacó la pobreza, el desempleo, la educación y la salud física. Pero ahora son igualmente importantes la violencia doméstica, el alcoholismo, la depresión, la ansiedad, la juventud alienada… Deberían entrar en eso”.
Layard ha recibido críticas. Lo acusan de infravalorar la importancia de la economía y de hablar como si los problemas materiales de muchas personas y familias se hubiesen superado. El estudio calcula que perder a tu pareja, por ruptura o muerte, supone una merma de felicidad de 0,7 puntos. Pero el desempleo provoca idéntica cifra de caída, lo que reflejaría la importancia de la economía.
El estudio concluye también que la gente no es más feliz que hace cincuenta años, a pesar de que el nivel de ingresos se ha doblado. Según los cálculos del profesor Layard, si se eliminase la pobreza, la infelicidad bajaría un 5%, pero si se acabase con la depresión y la ansiedad la caída sería del 20%. Aunque todo venga envuelto bajo la vitola del supuesto prestigio de una investigación presentada este lunes por la London School of Economics, cuesta no dudar de unas cifras que se basan en futuribles utópicos.
El trabajo hace hincapié también en la importancia de la infancia de cara a la felicidad futura: “El factor más relevante para predecir si tendremos un adulto feliz no son sus notas escolares, sino su salud emocional”.
La medición de la felicidad por países cuenta con un Informe Mundial de la Felicidad, basado en una encuesta global de Gallup en 157 países, que mide el PIB per cápita, apoyo social, salud y esperanza de vida, libertad, generosidad y percepción de corrupción. En el ránking publicado este año, que contempla los años de 2013 a 2015,.
Según el Informe Mundial, parece que a más frío más felicidad. El país más feliz es Dinamarca, seguido de Suiza, Islandia, Noruega, Finlandia y Canadá. Israel, que a priori parecería un lugar complicado, está en el puesto once, por delante de Alemania (16) y Francia (32). La verdad es que cuesta creer que a día de hoy los venezolanos (puesto 44), sean más felices que los italianos (50), o los japoneses (55).
Los países más infelices del mundo serían Afganistán, Togo, Siria y Burundi, que cierra la tabla. La mayoría de los países de cola son africanos.
Actualidad Laboral / Con información de ABC