El multimillonario inversor Warren Buffet suele decir que la diferencia entre la gente exitosa y la gente muy exitosa, es que los segundos dicen "no" a casi todo. Puede que exagere, pero lo cierto es que, llegados a un punto de la vida laboral, tenemos que aprender a no aceptar todo lo que se nos propone.
Esto no quiera decir que debamos fijarnos solo en nuestras prioridades, sin prestar atención a las demandas de colegas, amigos y, claro está, jefes; pero como apunta el profesor de la Wharton Business School, Adam Grant, hay una gran diferencia entre complacer a la gente y ayudarla. “Ser generoso no consiste en decir que sí a todo lo que te pide la gente, todo el tiempo. Se trata de decir sí a algunas de las personas (gente también generosa o que pueden aportarte algo), a veces (cuando no vas a comprometer tus metas y ambiciones), y a algunas de las peticiones (cuando las habilidades y recursos que puedes aportar son de verdad relevantes)”, comenta Grant.
Decir “no”, sobre todo en ámbitos laborales, puede ser complejo, y hay personas –muchas veces las más trabajadoras– a las que se les da mal rechazar una tarea o delegarla. Para lograrlo, es conveniente seguir una serie de consejos:
1- Piensa que todo un “sí” conlleva un “no”
Si tienes tendencia a aceptar todo lo que te mandan y te ves abrumado, piensa que cada vez que dices “sí” a una mayor carga de trabajo, estás diciendo “no” a otra cosa; como puede ser tu legítimo tiempo libre, pero también otros proyectos laborales que, quizás, son más importantes.
Antes de aceptar un encargo, tienes que preguntarte qué cosas estás dejando de hacer por aceptar otras. Esto es especialmente importante para los trabajadores por cuenta propia, que no tienen un horario marcado, que sirve en parte como barrera. Pero también aplica a los asalariados, que pueden hacer muchas más horas que las que deberían, por aceptar tareas que no deberían hacer ellos o no son capaces de completar en un tiempo razonable.
2- Establece prioridades
Hay gente que no está haciendo gran cosa, pero trata de escaparse de realizar cualquier nueva tarea, y otra que está hasta arriba de trabajo, pero no deja de asumir carga laboral. Los primeros necesitan que alguien les ponga firmes, pero si los segundos no aprenden a decir “no”, seguirán pasando desapercibidos.
Muchos empleados, sobre todo en sus primeros años en una empresa, tienden a aceptar todo lo que les mandan para quedar bien; pero si la tarea te desborda es una mala estrategia, pues puedes acabar haciendo las cosas mal o peor, sufriendo estrés. Por ello es importante establecer prioridades, dejar claro a la persona al mando, qué estás haciendo y por qué no es conveniente que hagas más cosas.
Si rechazas un nuevo proyecto sin argumentos, los jefes te verán como una persona propensa a evitar tareas y poco comprometida, pero si les explicas que estás haciendo esto y lo otro, y el nuevo encargo parece menos prioritario, tendrán que ser comprensivos.
3- Brinda alternativas
Aunque es necesario aprender a decir “no”, las negativas rotundas nunca sientan bien en el ambiente laboral; por ello siempre es positivo ofrecer alternativas, el clásico “no, pero…”. Siempre puedes plantear que en este momento no puedes aceptar determinada tarea, pero sí podrías hacerla pasado un tiempo; o que tú ahora mismo no puedes, pero otra persona de tu equipo si podría.
Todas las negativas que faciliten la petición de tu interlocutor, serán mejor recibidas. En el caso de que trabajes independiente, si hay encargos que no puedes satisfacer, siempre será mejor recomendarle a tu cliente un amigo que pueda encargarse del proyecto. Nunca sabes cuándo podrá devolverte el favor.
Actualidad Laboral / Con datos de La Información