Me da mucha vergüenza decirlo pero Venezuela es el ejemplo más relevante y perfecto de cómo la inmadurez de un pueblo y de su clase gobernante puede infligir enormes daños a un país bendecido por Dios. Lo que hemos presenciado en esta última década en el país es el ejercicio de masoquismo enfermizo más relevante de la historia contemporánea (no solo en Venezuela sino que incluso me atrevería a decir que en el mundo entero).

Algunas veces me pregunto si los venezolanos sufrimos de algún trastorno de personalidad en el que se nos hace imposible ser felices. Es decir, aun cuando tenemos un país hermoso, con innumerables riquezas y un clima que es envidia del mundo entero, nos empeñamos en tomar continuamente las decisiones erradas que todos sabemos que nos van a conducir al fracaso y a la infelicidad.

A pesar de las advertencias de la historia y de los antecedentes más cercanos en tiempo y en espacio como Cuba, el Chile de Allende, la Unión Soviética, entre otros, los venezolanos decidimos elegir a un caudillo de izquierda que nos ofrecía transitar por el "mar de la felicidad". No contentos con ello, desde esa fecha para acá y no obstante las innumerables demostraciones de que la "cosa" no funciona, seguimos empeñados en implantar un socialismo del siglo XXI que no es más que un nombre menos duro para el comunismo de todos los tiempos.

Para que Venezuela salga adelante solamente requerimos de una participación más activa de cada individuo en la sociedad. El venezolano debe entender de una vez por todas que los cambios se generan de abajo hacia arriba y no al contrario.

En mi opinión, en Venezuela principalmente debemos cambiar dos conductas para lograr que el país funcione y salga adelante. La primera tiene que ver con la participación activa del individuo en la política y en la sociedad. La segunda tiene que ver con la concepción del individuo y el poder. Es decir, cambiar la idea errónea de que el Gobierno es el que manda sobre el individuo que lo elige y no al revés.

En primer lugar, todo ciudadano mayor de edad debería pertenecer a un partido político y para ello los partidos deberían abrirse democráticamente a la población. Es un sin sentido que los políticos quieran que la gente se la juegue con ellos cuando vienen las elecciones, pero al mismo tiempo no nos inviten a conocer el partido y hacer vida dentro de él. Desde aquí invito a las organizaciones políticas y a sus dirigentes a abrirse al pueblo y a dejarnos formar parte de ellas.

Hace tiempo que los partidos deberían hacer una campaña nacional de inscripciones e invitarnos a asistir a reuniones, hacer contribuciones y trabajar como voluntarios en el partido político de nuestra escogencia. No podemos seguir manejando a los partidos como una cosa extraña a la sociedad que la gente conoce a la hora de las elecciones.

En segundo lugar, los venezolanos debemos entender que los gobernantes electos no son nuestros jefes, ellos no mandan sobre nosotros, ellos no nos controlan y que por el contrario nosotros somos sus jefes, nosotros los controlamos y mandamos sobre ellos. Ya basta de que cualquier funcionario electo en un cargo se comporte como un reyezuelo, un "guapo y apoyado" que se apropia del poder como si le perteneciese. La verdad es que el gobernante es un empleado del pueblo a quien debe rendir cuentas y no al contrario.

Si los venezolanos nos activamos individualmente para que a través de las organizaciones políticas nuestros designios sean cumplidos por nuestros gobernantes, Venezuela podría cambiar muy rápidamente y se convertiría en el país hermoso que todos soñamos. Vamos a hacerlo, sería tan fácil.

Juan Carlos Varela / Abogado

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