¿Es posible que la solución a dos de los mayores problemas de la humanidad sea la misma? Mejorar las condiciones laborales y salvar la Tierra de las consecuencias del cambio climático son dos desafíos a los que debemos enfrentar con rapidez... Y, precisamente, puede que el remedio para ambas resida en 'frenar' el ritmo, tanto de consumo como de trabajo.
El 29 de junio, nuestro planeta entró en 'números rojos' con el medio ambiente, contrayendo lo que se conoce como 'Deuda ecológica'. Es decir, antes de que acabase el sexto mes del año, los humanos ya habíamos consumido todos los recursos que el planeta nos tenía reservados para 2019. Cada año, esta situación se alcanza con mayor rapidez.
Un análisis de la Universidad de Massachusetts, Amherst, concluyó que "trabajar menos es bueno para el medio ambiente". La explicación a esta correlación es puramente numérica: si redujésemos tan solo un 10% el tiempo que invertimos en el trabajo, nuestro rastro de CO2 disminuiría en un 14,6%. Para los analistas, esta disminución reside principalmente en el menor número de desplazamientos, sobre todo aquellos que se derivan del tiempo que pierden los conductores en buscar aparcamiento en las 'horas puntas' de la jornada laboral. Pero este, no es el único factor.
El documento sostiene que, incluso, los hábitos sociales en el periodo de trabajo favorecen a la erosión de nuestro ecosistema; por ejemplo, con esas comidas de intercambio que dejamos para los descansos. La suma de todas estas pausas haría que declarar un día más de descanso oficial a la semana provocase una reducción de las emisiones de carbono de hasta un 30%.
Aunque, a menudo, se culpa a la gran industria de la agudeza del cambio climático, es nuestra manera de vivir la que más hipoteca nuestro planeta... y una parte muy importante de nuestro tiempo la pasamos en el trabajo. Nuestro interés en ser más productivos y poder consumir más, contribuye a acortar la vida útil de la Tierra. Así, según un estudio publicado por la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega sobre el impacto de los consumidores en el entorno, reveló que esas pequeñas cosas que compramos a diario son las causantes de más del 60% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y acaparan hasta el 80% del agua utilizada a nivel mundial.
Dos filosofías, un único problema
Aunque los beneficios de esta combinación puedan parecer unívocos, existen dos filosofías diferentes que buscan atajar la cuestión. Por un lado, están los 'green growthers' o 'productores ecológicos', quienes pujan por mejoras en la tecnología que amparen que nuestros salarios se mantengan en los cánones actuales aún reduciendo, de forma modesta, las horas de trabajo, en definitiva, apuestan por la eficiencia energética. Por otro, están los 'de-productores', que sostienen que la única vía para lograr el objetivo de emisiones cero para 2050 es reducir, no solo nuestros días de trabajo, sino también nuestros salarios, para asegurar un menor consumo y, por ende, una reducción de nuestras economías.
Milena Buchs, profesora asociada en Sostenibilidad, Economía y Transición Ecológica de la Universidad de Leeds, es una reconocida 'de-productora'. Cuando fue preguntada en la BBC por si la ciudadanía se apuntaría a ese modelo de vida frugal, Buchs explicó: "Ese es exactamente el problema, necesitamos decrecimiento, algo que no es políticamente aceptable por el momento".
Pero, si en algo coinciden, ambas líneas de pensamiento es en que el PIB ya no abraza completamente la realidad, cuando se utiliza como medidor único del rendimiento económico. Ya que la idea de crecer, para siempre, tiene efectos negativos para el planeta que ya no pueden obviarse, sino que deben ser tenidos en cuenta en decisiones tan rutinarias como, a qué hora ponemos el despertador para ir a trabajar.
Actualidad Laboral / Con datos de La Información