En muchas ocasiones suele ocurrir en el ámbito laboral que tengamos infinidad de talentos para nuestras áreas específicas, pero a la hora de argumentar o exponer una idea a nuestros jefes o compañeros de trabajo nos sintamos incómodos o con problemas para expresar correctamente nuestro punto de vista. Este fenómeno es mucho más frecuente de lo que se pueden imaginar y suele surgir en varias oportunidades, siendo el pedido de un aumento de sueldo, un cargo superior, la aprobación de presupuesto de un proyecto, o un cambio radical en los hábitos o costumbres empresariales donde con mayor frecuencia se ponen de manifiesto estos rasgos de la personalidad.
Es por ello que te daremos las mejores prácticas para exponer tu idea frente a una audiencia, negociar la mejor solución en caso que no sea 100 % factible su implementación, y cómo manejarte en momentos en donde tus habilidades de comunicación y oratoria pueden llevarte a fracasar en tus intenciones.
1. Planea con antelación tu discurso
Sí, tal cual se ve en las películas románticas, donde el galán enamorado planea frente al espejo su discurso de amor, así debes maquetar y planificar la exposición de tu proyecto. Es decir, crearte un panorama hipotético donde contemples los pros y contras, las preguntas que pueden surgir y de qué manera vas a sostener la argumentación de tu discurso.
2. Cuéntaselo a un amigo o familiar
En las grandes compañías de teatro y escuelas de todo el mundo se practica el “role playing” para que la persona que lo practique sienta el ímpetu necesario y la frecuencia de voz y movimientos que más sirvan para lograr su propósito. Además, la escucha activa de una segunda persona te dará nuevos puntos de vistas y te podrá ayudar a pulir los aspectos más importantes de tu presentación o requerimiento.
3. Capta la atención de tu audiencia
No importa si estás a solas con tu jefe en un gran despacho, frente a un grupo de trabajo enorme o con un cliente muy importante. Aquí lo verdaderamente valorable es que mantengas un contacto visual con los receptores, hables en un tono moderado y pausado, y expliques tu idea o hagas tu pedido acompañado de material fehaciente que sirva de pruebas para convencerlos de tu propósito. Una mirada hacia el piso, un cuerpo que no puede dejar de moverse, el habla discontinuada o las muletillas recurrentes, así como la transpiración excesiva con síntomas de nerviosismo o temor traerán como consecuencia dudas en quienes te escuchen, y podrá tirar por la borda la mejor idea del mundo.
4. Hacerte escuchar es una gran virtud en el trabajo
En ciertos rubros o sectores específicos se observa que muchas personas con un talento impresionante y con opiniones bien formadas en diversos campos de la actividad comercial, muchas veces suelen quedar tapadas por compañeros mucho más verborrágicos y extrovertidos. Esta actitud pasiva de la comunicación puede ser un problema cuando se deciden cuestiones importantes, y no pudimos hacernos escuchar realmente. Para ello es importante que puedas expresarte de forma natural y explicativa, sin ahondar mucho en rodeos, pero sí dando a conocer tu puntos de vista. A medida que vayas incorporando más la habilidad de hablar frente a los demás e imponer tus conceptos con respeto y firmeza te darás cuenta que no era un camino tan difícil como pensabas en un principio.
5. Aprende a negociar de la mejor manera
En el trabajo hay miles de situaciones que obligan a ceder, negociar y reconsiderar ciertos aspectos. Y si bien cada momento tiene su particularidad, existen fundamentos que sirven para todos por igual. Es decir, la habilidad del buen negociante es darse cuenta hasta dónde la otra persona es capaz de aceptar y bajo qué circunstancias puntuales. Para ello hará uso de elementos lingüísticos como la persuasión, o apelará a la motivación, el beneficio, las ganancias, el ahorro de tiempo o aquel argumento que sea el más atinado para esa ocasión en puntual.
Un ejemplo de esto es por ejemplo tener que solicitar una inversión en tecnología o en equipos que demanden una suma considerable de dinero, desconociendo de antemano si nuestro jefe puede o quiere afrontar. Quizás una forma de negociar ante un no rotundo es planear pasos escalonados, donde el capital de inversión sea mínimo y se vaya aumentando paulatinamente a medida que se obtienen mejorías. Otra posibilidad es el pedido de un aumento de sueldo en donde se puede encontrar un punto medio entre tus aspiraciones y lo que está dispuesta a pagar tu empresa.
Actualidad Laboral / Con información de América Economía