Los modelos de teletrabajo al 100% tienen sus días contados y las empresas ya están invitando a sus empleados a volver a la oficina para el último trimestre del año. Una de las rutinas que recuperaremos y que hemos abandonado con el teletrabajo que nos trajo la pandemia es la convivencia con el jefe. Las reuniones mano a mano, las presentaciones, explicación de resultados…
Volver a ver al jefe puede ocasionarnos cierta inquietud durante nuestras vacaciones, que si bien es entendible en un año normal, en esta situación se acentúa, ya que el tiempo sin vernos se ha alargado más de lo necesario. Los psicólogos de ifeel, la plataforma de apoyo psicológico para individuos y organizaciones, analizan en este informe cómo prepararnos para ese momento y cómo mejorar la relación con nuestro jefe a largo plazo.
No pretendas imposibles
A veces la mejor manera de cuidar las relaciones es asumirlas como son y conservarlas en el punto en el que están para que no vayan a peor. Esto es lo que sucede cuando no tenemos la suerte de contar con un jefe agradable, solvente, abierto y disponible, sino con alguien con quien no encajamos y con el que siempre tenemos que esforzarnos para que fluya la comunicación. En estos casos debemos aprender a observar lo que es y no lo que debería ser la relación, asumiendo que de donde no hay no se puede sacar
No intentes cambiar a la gente
Las relaciones nos cambian, pero solo si a nivel individual estamos abiertos y dispuestos a dejarnos influir por el otro. Tu jefe tiene sus carencias (o características que a ti no te gustan) y algunas de ellas no van a transformarse en virtudes solo porque te empeñes en ello. Por supuesto, no intentes hacer de jefe de tu jefe, dirigiendo sus actividades o sugiriéndole indirectamente cómo tiene que hacer su trabajo.
No busques amigos o padres en tus jefes
A veces, en función de nuestras necesidades relacionales, buscamos inconscientemente establecer con nuestro jefe una relación de la que esperamos que nos aporte diversión, reciprocidad, protección, guía… Un jefe puede aportarnos todas esas cosas, por supuesto, pero debe hacerlo siempre desde su rol, no desdibujando los afectos y comportándose de manera demasiado desenfadada o sobreprotectora. De la misma manera, nosotros no debemos pasarnos de “simpáticos” ni tampoco infantilizarnos.
Aprende a manejar las asimetrías de la relación
Por mucha confianza que tengan, tu jefe es tu superior y hay que conservar ciertas distancias. Que se lleven bien no significa necesariamente que sean amigos, y que tú le aprecies no quiere decir que él/ella te aprecie de la misma manera. Cada uno tiene diferente responsabilidad dentro de la relación, no son dos iguales que trabajan juntos. En algún momento puede que las cosas se tuerzan, que tenga que ponerse serio contigo o que tengan que afrontar la solución de un problema grave que los implica a ambos. Si tienen los roles bien diferenciados y no superáis ciertas barreras será más fácil fluctuar entre un registro serio y otro más distendido.
Dale seguridad
No tienes que ser agresivo o enérgico para aportar a tu jefe una imagen de seguridad, basta con que le transmitas confianza en ti mismo y comprensión de las instrucciones que se te dan y que, por supuesto, le hagas ver que el trabajo está bien hecho. Los jefes al final valoran más los resultados que las palabras.
No te dejes intimidar
Algunos jefes pueden ser duros, inaccesibles o imponer mucho por su nivel de autoridad y conocimientos. Sea como sea, también son personas: se equivocan, enferman, se agobian, dudan… Respetar a tu jefe no es vivir con miedo, sino saber observarle con sus cualidades y sus defectos para que os podáis comunicar de una manera fluida.
No te desgastes tratando de impresionarle
Es cierto que, sobre todo cuando acabamos de llegar a una empresa, o cuando sentimos que por alguna razón nuestro rendimiento está en entredicho, apretamos el acelerador y queremos demostrar intensamente nuestras capacidades. Sin embargo, muchas veces eso nos puede llevar a sobreactuar o a resultar cargantes. Aunque debemos saber vender bien lo que hacemos, a menudo nuestras capacidades se demuestran por los resultados que vamos produciendo, no hace falta estar cada dos por tres reivindicándonos o intentando generar una impresión intensa en nuestros superiores, ya que eso no siempre es bueno para la relación.
Demuéstrale que le escuchas y que le entiendes
Los jefes buscan empleados autónomos, pero se ponen muy nerviosos cuando tienen la sensación de que los empleados hacen lo que les parece, sin tener en cuenta las instrucciones que se les han dado. Haz que tu jefe perciba que recibes con atención sus mensajes, comunícaselo y ponlos en práctica, es justo lo que necesita para sentirse bien contigo.
Infórmale de lo que te va bien
Dile qué necesitas para sentirte bien o, al menos, de qué cosas te hacen sentirte mal. Esto no siempre es posible, porque requiere un gran nivel de confianza entre ambos. No obstante, siempre que puedas, transmite a tu jefe directa o indirectamente qué actitudes funcionan mejor contigo y cuáles, en cambio, hacen que te pongas más nervioso y rindas peor. A veces es tan sencillo como proponerle cuándo es mejor para ti hacer las reuniones semanales o cuánto tiempo necesitas exactamente para realizar una tarea concreta.
Comunícate desde la sinceridad
Obviamente todos queremos manejar la información con habilidad y discreción para que no nos perjudique y para no molestar a nuestro jefe con cuestiones que no son asunto suyo, que él/ella no puede solucionar o que es mejor que resolvamos por nosotros mismos. Sin embargo, la actitud idónea para que la relación funcione y haya confianza es ser sincero, admitir los errores, pedir ayuda antes de que las dificultades se conviertan en crisis y dar opiniones cuando se nos piden de una manera honesta y no hiriente.
Actualidad Laboral / Con información de El Confidencial